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Templo de Claudio Marcelo |
Todos
los caminos conducen a Roma, pero para llegar a Roma no necesitamos ir
hasta Italia, Esta capital conventual bética disponía de todas las
comodidades que un patricio pudiera desear; cuando el sofocante calor
andaluz no tenía rival, siempre podía tomarse un salmorejo a la
sombrita.
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Afrodita agachada. s. II. |
Piezas de un incalculable valor nos retrotraen a las costumbres y gustos
de una perversa sociedad que tenía muy claro su concepto de belleza,
una mujer natural, un cuerpo humano, carnoso y sutil, quieto pero en
movimiento.
La ciudad recuerda a Séneca, a Lucano, a Góngora; capiteles como
fuentes, letras como imágenes, Córdoba es arte y literatura.
Durante el
s. X se convirtió en la sede del saber occidental; entre sus progresos
debió figurar el descubrimiento del salmorejo y las berenjenas a la miel
-y del torrillón de un palmo de grosor-.
Recostado
en el patio de los naranjos admiré esta torre que rompe el cielo
cordobés, como también rompió la estética del edificio en que se ubica: habéis destruido lo que era único en el mundo, y habéis puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes.
Luego, dibujé otras torres -la Calahorra, la torre del Palacio de los Marqueses del Carpio y la torre de la Malmuerta-. |
Palacio de los Marqueses del Carpio. |
En 1236, los castellanos debieron sustituir la liviana
verdura por el denso relleno de un flamenquín; aunque mantendrían el
consumo del té como digestivo; tras probarlo puedo corroborarlo. Nadie puede irse de Córdoba sin comer en el
Moriles y sin beber un té en su
judería; ...ya lo decía la jefa...
lo que da de sí un flamenquín.
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