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martes, 30 de diciembre de 2014

Ave Gades, morituri te salutant

Santa María del Mar. En invierno, el temporal siempre se lleva sus arenas, mientras que en verano apenas se aprecian bajo los colores de sombrillas y bikinis.



Playa Santa María, 30 de diciembre.
Durante las primeras horas del día, caminar por la orilla todavía era peligroso para la integridad de los calcetines, pero me enrolé en un barco de piedra, que estaba verde por las algas y tenía esos balanos pequeñitos que se adhieren a cualquier cosa que flote entre las olas.
 
No sé si me adapté bien a la forma de la roca o si la roca se amoldó un poco a mí, pero en poco tiempo estaba recostado con los materiales de dibujo esparcidos sobre ella. Al principio, dejé los pies colgando tocando la arena, aunque las olas me obligaron a replegarlos. Estaba absorto, mirando las líneas que conforman el paseo cuando, de pronto, ya no se escuchaba el sonido de las olas; la marea se había replegado.
Balneario de la Caleta, al inicio de las vacaciones.



Parte de mi espíritu impregnó la arena, dejando allí parte de mi vida. No muy lejos de este emplazamiento, unos gladiadores también dejaron su vida en la arena, pero en la del anfiteatro romano que la ciudad ciudad tuvo cerca de las Puertas de Tierra. Estos gladiadores sirvieron como juguete para unos niños que no soñaban con ser ases del balón precisamente. El Museo Arqueológico Provincial expone entre sus vitrinas las figuras de algunos de estos luchadores profesionales.




  
En Cádiz hay que darlo todo en la arena; y así lo demuestro cada año con la toalla plantada frente al mar y... si me caigo de nuevo, por tí me levanto yo, que siempre he sido un guerrero siempre fui tu gladiador -Los Gladiadores de la Caleta, chirigota del Carapalo y Antonio Rivas, 2007-.

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